Hoy despedimos con profundo dolor y gratitud a una mujer extraordinaria que dejó una huella imperecedera en nuestra historia.

Luz María llegó a la Fundación del Quemado como llegan los seres luminosos: de forma inesperada, en una conversación sencilla, pero con una intención sincera.
En un aeropuerto, compartiendo historias con la doctora Linda, nació su compromiso que superó cualquier expectativa. Luz María no solo cumplió su promesa: la transformó en una misión de vida.

Durante años, fue nuestro faro en los momentos más difíciles, una benefactora generosa, una guía silenciosa y una aliada incondicional. Su respaldo no solo hizo posible continuar, sino que nos permitió soñar más lejos, llegar a más personas, y sanar más vidas.

La recordaremos con amor profundo, con respeto absoluto, y con la certeza de que su legado seguirá viviendo en cada historia de renacimiento que acompaña esta Fundación.

Gracias, Luz María, por enseñarnos que cuando el compromiso nace del corazón, se convierte en eternidad.